miércoles, 2 de diciembre de 2009

Robos y narco: escenario, una cafetería


Los asaltos a establecimientos públicos del tipo de las cafeterías Starbucks, los restaurantes Italliani’s y las tiendas de conveniencia Oxxo parecen ser la moda delictiva en el Distrito Federal y su zona metropolitana.

Se habla de más de 60 en un año y medio tan sólo en el poniente. Hay distintos modus operandi. Unos con gritos a la gente o con ladrones encapuchados, otros más incluso con uso de petardos, casi todos ellos violentos.

Los delincuentes, jóvenes la mayoría, suelen llegar en grupos de cuatro a seis y han logrado ventajas que la autoridad debe ubicar para armar sus operativos: roban a comensales que sí llevan cantidades importantes de dinero, asaltan cajas que constantemente dejan jugosas ganancias y tienen la posibilidad de robar hasta computadoras portátiles de los clientes.

Que eso nos sirva a nosotros para tomar previsiones en tanto no nos garanticen las autoridades seguridad. No quiere decir que dejemos de hacer nuestra vida normal o abandonemos la costumbre de ir a tomar un café. Cuidémonos y no llevemos cosas ostentosas como medidas permanentes.

Que eso le sirva a la Policía para que refuerce sus patrullajes y aplique operativos más efectivos en estos lugares, sin que parezca que hay estado de sitio.

Que los delincuentes teman porque los vecinos de la Benito Juárez, la Miguel Hidalgo y los municipios de la zona poniente del Estado de México, donde han ocurrido los asaltos, no estarán tranquilos y sus autoridades tendrán que actuar. Eso quiero pensar.

Una vez conocida esta nueva realidad, pasemos a una situación más preocupante a partir del hecho violentísimo registrado ayer en el Starbucks de Pilares y Pestalozzi.

Frente a clientes y a plena luz del día –apenas poco después de las 12-, un grupo de desconocidos entró a ejecutar a una persona y lesionó a otras más que se encontraban en el lugar.

Para nosotros, los ciudadanos comunes, lo de menos es que el agredido haya sido un testigo protegido de la PGR, que fuera mando de la PFP, que se le imputen vínculos con el narcotráfico o que le hayan vaciado una pistola. Cierto, es un asunto de delincuencia organizada que las autoridades federales no han atendido en todo el país, que no solamente en nuestra ciudad. Pero esta es únicamente parte de la noticia que los medios destacaron.

El otro gran problema sería: ¡qué terrible que un asunto de delincuencia organizada se convierta en uno de inseguridad para la ciudadanía! Lo mencionamos en una de las primeras entregas de este blog.

Con todo y conciencia ciudadana para protegerse, con todo y nuevos y dinámicos operativos policíacos y con todo y medidas de seguridad instrumentadas por los establecimientos, ¿quién evitará que a unos metros de donde tomamos un café maten a quemarropa a otro cliente, bajo el riesgo de que nosotros mismos podamos perder la vida?

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