miércoles, 9 de septiembre de 2009

Valle Dorado

Hemos hablado en este espacio de diversos y algunos muy graves problemas de seguridad pública. Del secuestro, de la peligrosidad que sufre nuestro entorno por el combate al narcotráfico, de lo responsables que son las autoridades de cuidarnos o de las acciones que podemos emprender como ciudadanos para sentirnos más seguros en la calle y en la casa.

Sin embargo, hay otro tema vinculado con la seguridad y que no está relacionado con la actuación de delincuentes e infractores de la ley que nos acechan. Es el problema de un enemigo también inesperado, a veces cruento, implacable: la naturaleza y los siniestros que a veces ocurren por causas distintas, como los incendios, y que de pronto nos toman de sorpresa, vulnerables y sin haber tomado las medidas de prevención que posteriormente descubrimos que eran fundamentales.

Hoy los vecinos de Valle Dorado, en Tlalnepantla, ven con alivio que después de la tromba, la ruptura del canal de aguas negras y la pesadilla de observar flotando muebles y pertenencias muy queridas, la emergencia casi ya pasó.

No ha quedado superada del todo porque hay que invertir en recuperación de bienes, en reparaciones, en compra de aditamentos para reinstalar negocios, en compostura de vehículos. Para algunos el alivio está más lejos porque perdieron a un ser querido o porque ahora tienen miedo a enfrentarse a alguna enfermedad infecciosa.

Estos vecinos de Valle Dorado también lo reconocen en las calles: hoy se dan de topes porque independientemente del desastre natural, de la negligencia de sus autoridades y constructoras durante años y de lo que puede ocasionar un brusco cambio climático en una metrópoli con tantos puntos flacos, ellos como responsables de su patrimonio pudieron llevar a cabo alguna acción preventiva.

Después de la limpieza que realizan con cloro, mucha agua limpia y escobas que se están acabando por el uso, los colonos en las calles de San Juan o Caracas y en el Bulevard de los Continentes, hacen una lista de lo que en adelante harán y que recomiendan a cualquier otro vecino en la ciudad, pues ya se vio que nadie está exento de sufrir la pérdida de las cosas que más quiere, ni los fraccionamientos de clase media:

1. Asegurar sus viviendas contra desastres naturales –y otras cosas-, pues hace 40 años que se entregaron estas casas, nadie pensó en una contingencia de este tipo.

2. Tomar conciencia, en la próxima compra de una vivienda, del tipo de uso de suelo y probables riesgos al escoger un lugar permanente para vivir. Algunos habitantes caminaban diario por los camellones cubiertos de pasto y no tuvieron presente que debajo de uno de ellos había un gran tubo que podía explotar durante un aguacero.

3. Mantener siempre vigente el seguro del auto y ya se vio que no sólo ante la probabilidad de un robo o de un accidente vehicular.

4. Mantener frecuente contacto entre los familiares que están en casa y los que están en la calle, así como mantener contacto con el mayor número de vecinos para ayudarse entre sí.

5. Asegurar cada máquina, cada mueble y cada instrumento de un negocio. La zona comercial de Valle Dorado padeció inundaciones de aguas negras de casi dos metros y uno de los casos más lamentables es el de una conocida panadería que tenía sus hornos en el sótano.

6. Mantener un contacto permanente con el mayor número de autoridades de seguridad e incluso apoyarse en vigilantes. Después de la tormenta, los colonos pidieron ayuda ante el miedo de actos de rapiña.

7. No confiarse y exigir constantemente a las autoridades que mantengan lo mejor posible la infraestructura del drenaje, la reparación de las calles y el monitoreo de los colectores.

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